INTRODUCCIÓN
En El Tecorral Casa Comunitaria de Malinalco, el tianguis Plaza Verde reúne los sábados a productores agroecológicos locales y personas interesadas en su salud, el medio ambiente y el impulso a la economía rural para ofrecer (los productores) alimentos y artículos de calidad, hacer (los consumidores) las compras de la semana, almorzar y participar en talleres y otros eventos relacionados con estos propósitos.
Como parte del proyecto Plaza Verde, a mediados de 2019 El Tecorral obtuvo financiamiento de la Fundación Comunitaria Malinalco para impartir cursos de capacitación agroecológica y elaborar un estudio sobre la Producción local sustentable en el municipio.
Optamos por hacer un trabajo de entrevistas en profundidad a una selección de 12 productores agroecológicos y personas relacionadas con éstos, con un cuestionario que nos sirvió de guía. La mayoría de ellas fueron videograbadas y una edición de cada una se puede ver en martaalcocer, en Youtube, buscando en la Lista de Reproducción que dice Productores agroecológicos.
En relación al cultivo de alimentos, el proyecto Plaza Verde se desarrolla con la convicción de que:
- Cada vez más productores y otras personas sienten la necesidad de incluir la horticultura natural y sin agroquímicos como parte de sus actividades domésticas.
- Cada vez más personas anhelan vivir y comer saludablemente.
- La seguridad alimentaria es el objetivo que puede garantizar la buena nutrición y salud de las personas. Dadas las características ambientales, sociales, culturales y rurales de Malinalco, es posible llegar a ella desde este lugar y para esta región.
- La seguridad alimentaria sólo es se puede dar realmente desde una perspectiva regenerativa y a través de la agroecología.
- Es muy importante impulsar la agroecología en el planeta, y Malinalco es nuestro ámbito de acción.
Definiciones de agroecología, base de datos de la FAO: http://www.fao.org/agroecology/knowledge/definition/es/
Naturaleza y culturas regenerativas:
El texto que sigue es una crónica de las visitas y pláticas con agroecólogos de Malinalco, con análisis y propuestas.
AGROECOLOGÍA: MÁS ALLÁ DEL PETRÓLEO Y LA CIVILIZACIÓN
Gilberto Beltrán lleva 15 años capacitando en agricultura ecológica a campesinos y estudiantes de Malinalco. Desde entonces, integrado al Sistema de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) municipal, asiste a las comunidades del municipio para dar seguimiento a proyectos, aprender más y compartir prácticas, saberes y conocimientos.
Es un enlace y una autoridad en la materia. Y la materia son las familias campesinas de Malinalco y el campo con sus cultivos, con su monte, su agua, sus vientos, su luna y su biodiversidad. Son también las reflexiones que se hace y las raíces que heredó de sus antepasados.
Decenas de anécdotas y ejemplos interesantes puede contarnos sobre sus andanzas, pero lo más valioso que encontramos en su testimonio es que está convencido y nos convence del valor intrínseco que posee el modo de vida rural.
Si queremos impulsar la agroecología en Malinalco necesitamos varios gilbertos, promotores comunitarios que trabajen con las familias campesinas en actividades productivas regenerativas.
Desde hace años, la educación escolar y la visión de desarrollo que tienen políticos y empresarios ubica a lo rural en el ámbito del atraso que hay que erradicar, a tal grado que desde principios de la década de 1950 un objetivo de los gobiernos ha sido que más gente viva en las ciudades, y desde los años ochenta, de un día para otro pasaron a considerarse ciudades en las estadísticas las poblaciones con más de 2,500 habitantes, aunque todos o la mayoría de quienes vivan en ellas sean campesinos.
Ahora, la emergencia climática, aunada a la sensación estudiada por científicos sociales de que nos encontramos en una crisis civilizatoria que nos obliga a cambiar radicalmente nuestra forma de vida, nos hace voltear los ojos al campo y revalorar e impulsar la cultura rural que durante diez mil años ha sobrevivido a las civilizaciones cultivando alimentos sin necesidad de usar agroquímicos ni semillas mejoradas, ni sembrar monocultivos, ni transportar sus productos cientos de kilómetros, ni usar máquinas, ni polinizar a mano o con drones especialmente inventados para eso.
No estamos negando la incorporación de técnicas, tecnología, conocimientos y prácticas recientes que hacen más productivo al campo y menos fatigoso el trabajo. Lo que es importante dejar atrás es la petrolización de la actividad agrícola y la destrucción del medio ambiente a costa de ésta.
Necesitamos impulsar el campo viéndolo en el contexto de otros ecosistemas, en colaboración con la naturaleza y en busca de una seguridad alimentaria en la que seamos casi autosuficientes a nivel local.
Tres principios agroecológicos
De una u otra manera, estos principios fueron mencionados por los agroecólogos que entrevistamos.
Comer para vivir, producir para comer, en la naturaleza no hay desperdicio. Para los campesinos, desde hace miles de años, heredar a los hijos los conocimientos y prácticas necesarios para cazar, recolectar, criar animales domésticos, cultivar la tierra, seleccionar la semilla que sembrarán la siguiente temporada y preparar los alimentos es un asunto de vida o muerte. Los productos de estas actividades son primero para ellos, su familia y su comunidad. Los excedentes serán para intercambiar en otros lugares, para hacer conservas, para vender localmente; los restos de la cosecha se darán a los animales o irán directamente al suelo para enriquecerlo. Ese es el principio de una economía regenerativa, donde trabajamos integrados consciente y positivamente a los ciclos naturales, y ganamos aportando a los ecosistemas.
Cuando produces primeramente para comer, cultivas distintas especies de plantas que en conjunto harán más rica tu alimentación. Siembras relativamente poco de una gran variedad, y cosechas durante todo o casi todo el año. En espacios reducidos se usan métodos bio intensivos. La mayoría de las actividades se hacen a mano o con herramientas y maquinaria sencillas. La parcela se visita casi a diario, y se está al pendiente del estado de suelo y plantas y de la llegada de animales que pueden convertirse en plagas, para prevenir y evitar que esto suceda. Generalmente la familia participa en todo o parte del proceso, desde la preparación de la tierra hasta la cosecha, el empaque y el destino final de los productos. Casi todos los insumos pueden provenir del mismo lugar donde se siembra: semillas, compostas, estiércoles, lías de hoja de plátano; o de la miscelánea de la esquina: cartón de huevo usado como almácigo, cuerdas, cajas, jabón de pan para preparar repelentes, y otros requerimientos. Cultivar es una de las actividades con las que los campesinos se ganan la vida.
Hay una preocupación creciente por evitar el uso de agroquímicos debido a sus consecuencias en la salud de quien los aplica y quienes están cerca de ellos, y que el suelo y la planta estén limpios, es decir, no contaminados por aquellos, y los productos sean sanos, puesto que de ahí se alimenta la familia y la comunidad. La experiencia les ha dicho que los agroquímicos no son necesarios, que su uso indiscriminado adelgaza el suelo y lo hace adicto a ellos, ya no produce si no se le aplican fertilizantes, y vuelve a los cultivos proclives a plagas y enfermedades obligando a fumigar muchas veces durante cada ciclo. El campesino agroecológico sabe que fumigar con repelentes biodegradables y de muy baja o nula toxicidad no le harán daño, y que alimentar el suelo con materia orgánica evita que pierda fertilidad y vida.
En esta civilización, el principio dominante es cultivar para vender y obtener recursos económicos, parte de los cuales se destinarán a la alimentación, la casa y otros bienes y servicios. Sea o no cultivado orgánicamente, el campo es visto convencionalmente como una fábrica de productos, la mayoría de ellos para la industria alimentaria y para exportar. Se trata de producir más a menor costo. La tierra es el sustrato para que las plantas crezcan. Se fertilizan los cultivos, no el suelo. Predominan los monocultivos, el combate frontal que busca terminar con todo lo que no sea lo que yo quiero producir, y la extracción de recursos en una lógica semejante a la de la minería, en la que nada se devuelve al suelo. El agricultor está obligado a invertir para comprar semillas, agroquímicos y otros insumos, rentar máquinas o mantener las que se tienen, y otros gastos; a veces produce sólo gracias a préstamos del banco, se endeuda, hace todo para que la cosecha se logre y corre peligro de perder su tierra si no tiene para pagar el préstamo. Esta es una agricultura dependiente de energías fósiles, léase carbón y petróleo: para producir fertilizantes y otros insumos, para accionar tractores, cosechadoras y otras máquinas, para empacar, refrigerar, transformar y enviar los productos a lugares lejanos o muy lejanos.
Pero el petróleo barato tiene sus días contados. Por un lado, a causa del efecto invernadero y la emergencia climática que hemos provocado; por otro, porque, al ser fuente no renovable de energía, se está acabando. En México también, aunque el gobierno se niegue a admitirlo. Los yacimientos recién descubiertos se anuncian con bombo y platillo, pero suelen encontrarse a mucha mayor profundidad que los que están por agotarse o ya se secaron, y su costo de extracción es más alto. El anuncio reciente del hallazgo de tres yacimientos petroleros en Tabasco fue matizado por el director de Pemex cuando dijo que se explotarán si existen las condiciones para ello. Habría que saber a qué se refiere. Sin embargo, lo más importante es el costo ambiental del proyecto, incluyendo los efectos de continuar el uso de petróleo para fabricar la mayoría de lo que consumimos, mucho del cuál sí es o se convierte en desperdicio no biodegradable e insalubre a corto o mediano plazo.
Las enseñanzas heredadas de los antepasados son valiosas. Es importante transmitirlas a los niños y jóvenes. No porque cualquier tiempo pasado sea mejor, sino que muchas de estas enseñanzas tradicionales van más allá de una civilización. Si la especie humana ha sobrevivido durante cientos de miles de años ha sido por la capacidad que tenemos de adaptarnos, rehacernos con nuestras raíces y las del lugar donde vivimos; cuidarnos, heredar sabiduría y colaborar entre nosotros.
En este sentido, por ejemplo, Gilberto Beltrán tiene asimilada la sabiduría de sus antepasados y se sabe heredero de ese linaje familiar.
El lugar que ocupan las fases y otros aspectos de la luna en las siembras, cuidados y cosechas, en los nacimientos de los animales domésticos, las lluvias y los movimientos telúricos, él lo aprendió de su abuelo. Sabe leer a meztli.
También conoce el valor de sentarse a observar y aprender de lo que observa. Empíricamente, sigue el método científico que consiste en observar, preguntarse, suponer, experimentar y comprobar.
Dice, como los productores que ha formado, que hay que dejar de pensar en producir para ganar dinero, porque ir corriendo tras la lana trae prisa y preocupaciones. Hay que sentarse y mirar. Sentirte integrado, incluir en la comunidad a especies diferentes de la tuya, y percibir que hay amor y cuidado en la creación.
Así es en el fondo la cultura campesina.
Eso es retomar lo que se heredó para ir más allá de la crisis civilizatoria; para ser resiliente.
Contamos con la biodiversidad. Todos los productores entrevistados explicaron que la estrategia que usan para evitar plagas ayuda bien a disuadir y alejar a insectos, gusanos y hongos que pueden hacer daño a las plantas, pero no los exterminan. Están conscientes de que integran un todo biodiverso, y si existen es por algo. Ven su área de cultivo como un pequeño ecosistema del que forman parte y sobre el que intervienen de forma suave para obtener alimentos sanos. Su estrategia no es de guerra ni exterminio, y va en sentido contrario a la de la anunciada pretensión de empresas de pesticidas agrícolas, que prometen que sus productos eliminarán a las especies que incomodan al agricultor (llevándose de paso a las que naturalmente controlan estas especies). Frente a las extensas y monótonas plantaciones convencionales en las que se cultiva un solo producto y se mata a todo lo que no sea éste, y en las que la tierra se maneja como un sustrato para que sus cultivos se detengan, la agroecología conserva y promueve de manera muy importante la vida del suelo, de cuya fertilidad depende la salud y productividad de las plantas.
Saben que su tierra de cultivo está ligada al monte, y su forma de producir se asemeja a la que la naturaleza cultiva de forma silvestre, pero con la intención de que las plantas y árboles produzcan más y mejor lo que a nuestra especie agrada y alimenta. Por ejemplo, si a los árboles frutales llegan aves a comer, procurará mantenerlas alejadas tal vez con una red que proteja la fruta, sabiendo que algunas de todas formas van a picotearla.
En el campo se cultivan hortalizas, granos y frutales pero también es hábitat de conejos, armadillos, ardillas y otras especies de animales de las que el campesino puede también beneficiarse al tiempo que ayuda a controlar a las poblaciones de éstas. Como en el caso de los insectos, que hay quienes se alimentan de las plantas y quienes se comen a los primeros, así también entre reptiles, aves y mamíferos, incluidos nosotros.
De manera semejante, algunos animales domésticos (que dependen directamente de nosotros) controlan también a otras poblaciones: las gallinas se alimentan de insectos tanto en estado larvario como adultos; los gatos mantienen a raya a los ratones; los perros, a ardillas y conejos, y así.
Los agroecólogos conocen que en el monte se crían insectos benéficos para sus cultivos, y que a él pueden acudir en busca de leña, varas de chapulixtle, hongos, hierbas medicinales y comestibles, miel y otros productos silvestres. Hoy, alguien ha acuñado el término de bosque comestible; algo que no se nombraba así pero hace referencia a estas prácticas culturales que tienen miles de años; es la participación de la humanidad en los ciclos ecológicos naturales.
Últimamente se está hablando de cómo la agricultura, desde su aparición, fue ecocida, es decir, los grupos humanos acabaron con ecosistemas valiosos, para cultivar y construir ciudades. Sin embargo, la relación entre el campesino y los montes no fue simplemente depredadora como se quiere hacer ver. A lo largo de muchos siglos, ellos han aportado al monte cuidados y trabajo enriqueciendo el ecosistema silvestre. Un ejemplo se encuentra en las culturas originarias todavía vivas del sur de México, que fácilmente integraron el café orgánico y de sombra al monte sembrándolo allí como una especie más. Hoy, por cierto, México es el principal productor de este café en el mundo.
Los trabajadores de los huertos de los conventos que fundaron y mantuvieron frailes y monjas de distintas órdenes durante la época virreinal llevaban a sembrar semillas y plántulas silvestres comestibles, medicinales y rituales que recolectaban en el monte. Esto incluye al huerto de los frailes agustinos en Malinalco.
Otro ejemplo es la hipótesis que distintos investigadores han ido probando cada vez con más argumentos, de que la inmensa selva amazónica fue creada por humanos o, cuando menos, que los antepasados participaron muy activamente en su conformación. Se ha visto por ejemplo que, a diferencia de otras, la amazonía cuenta con numerosos árboles frutales y otras especies comestibles; se ha comprobado que hubo tiempos en que vivían en ella numerosas poblaciones humanas, y se ha descubierto que colinas adyacentes al delta del río fueron construídas a lo largo de muchas generaciones que tiraban sobre el suelo tepalcates que alguna vez fueron utensilios o figurillas de barro, formándose con el tiempo montículos sobre los que se asentaron pueblos, a salvo de las crecidas del río.
Un ejemplo más lo tenemos en Malinalco, en las huertas tradicionales de policultivo, cuyos dueños robaron terreno al monte para hacer un espacio semejante y continuación de éste, pero con árboles frutales para su beneficio. Sabemos que dicho espacio era (es en mucho menor medida) hábitat de diversas especies que también vivían de él.
La cultura de la biodiversidad, en la que hombres y mujeres se integran y forman parte de ésta, ha permitido que logremos sobrevivir. Sin ella, sin los montes y la agroecología, que la albergan y protegen, estamos en peligro de extinción.
Quienes consumimos productos locales de agroecólogos, estamos aportando junto con ellos nuestro granito de arena a la biodiversidad.
Sobre el café de sombra en México: https://www.redalyc.org/pdf/539/53908002.pdf
HUERTAS TRADICIONALES DE POLICULTIVO
En la cabecera municipal las huertas tradicionales de policultivo están desapareciendo.
José Enríquez tiene dos, en el barrio de San Andrés, camino a Jalmolonga, en lo que queda de un área que comprende varias hectáreas pobladas de árboles frutales en Malinalco.
José Enríquez tiene 72 años y cinco hijos, ninguno de los cuales tiene tiempo para ocuparse de esas huertas; ellos trabajan en otras cosas.
Como él, otros viejos campesinos que heredaron de sus padres esas huertas de árboles frutales, no tienen descendientes a quienes les interese seguir cultivando estos espacios.
Languidecen, viejas como sus dueños que ya no tienen la fuerza ni el ánimo para mantenerlas, partidas en pedazos cada uno de los cuales se ha heredado a un hijo, que la mayoría de las veces construye allí su casa o lo vende, y pasa a manos de alguien que hace allí su estancia de campo de fin de semana. Y entonces, los árboles pasan a ser decorativos o son talados para abrir espacio a un jardín de pasto, una alberca, una cancha de tenis, una mansión.
Malinalco era rico en fruta hasta hace unos treinta años. Había huertas convencionales en las que tan solo se cultivaban una o dos especies cuyo producto se vendía en grandes cantidades. La mayoría, sin embargo, eran huertas de policultivo en las que conviven más de treinta especies de frutales. Durante todo el año hay fruta buena para comer y suficiente para intercambiar o vender en los tianguis cercanos. A veces llegan de Toluca o de México comerciantes con camionetas a comprar toda la cosecha de la fruta de la estación; a veces incluso compran lo que hay en el árbol y ellos mismos la bajan y se la llevan. Esto era muy común antes; ahora no tanto.
Al medir más de seis metros la mayoría de los frutales de estas huertas, para cortar la fruta los productores se suben al árbol ayudados por una cuerda y con una canastilla de mimbre van cortándola. Esta actividad la llevan a cabo los jóvenes de la familia, mientras los demás recogen la fruta del suelo para guardarla en costales.
De las huertas, los lugareños obtienen también tierra muy buena para sus macetas y plantas, y varas que usan como leña para cocinar, además de que son viveros naturales donde nacen y se desarrollan diversas plantas y árboles.
El principio de la fertilidad en las huertas es el mismo que en el monte. Las huertas son así, de hecho, continuación de éste y su suelo se mejora simplemente al dejar la basurita en el suelo. Cuando José Enríquez dice esto, apelando a las prácticas de sus antepasados como un argumento valioso, y lo dice en diminutivo, suena a cariño (no es la basura despectiva) y también suena a un resto de cultura mesoamericana que hemos heredado y tenemos en el lenguaje cuando empequeñecemos el significado de las palabras.
Muchos de los árboles que hasta hoy se dan en estas huertas son nativos de este continente desde tiempos prehispánicos. La familia de los zapotes, por ejemplo: chico zapote, zapote blanco, negro o prieto, mamey, chirimoya, guanábana, aguacate, cajinicuil, guayaba. Hace siglos todos ellos crecían silvestres en el monte o junto a los riachuelos, sus frutos eran para todos y, como hacen con el maíz, los campesinos se encargaban de seleccionar las mejores semillas de los mejores frutos de los mejores árboles, para reproducir.
El aspecto de las huertas es selvático; podemos encontrar lianas y por lo menos tres estratos de especies de árboles: los más altos, que salvo el mango y el ciruelo mexicano son nativos de Mesoamérica o del Caribe y Sudamérica; los de tamaño mediano, como el naranjo agrio, limón, limón real, níspero y plátano, y los cafetos, de la especie más antigua y una de las más sabrosas si no la que más: arábiga, que aquí le llaman criolla, que seguramente llegó a Malinalco a finales del siglo XVIII.
Es necesario evaluar hasta dónde vale la pena buscar programas de apoyo a las huertas de policultivo, porque se encuentran muy descuidadas, con árboles viejos muchos de los cuales necesitan una poda severa de rejuvenecimiento; algunos están estropeados, enfermos o plagados y la densidad de población es tal que no tienen suficiente luz como para que todos produzcan en cantidad, así que hay que aclarar. En el caso de las huertas que están en terrenos en pendiente muchas si no es que todas han perdido suelo y convendría hacer terrazas de formación progresiva, idealmente con tecorrales, para detener el que queda y recuperar más.
Una de las ventajas con estas huertas semiabandonadas es que nunca o hace mucho tiempo que no se les han aplicado agroquímicos, así es que darles un manejo agroecológico se hace más fácil.
Todo esto se puede llevar a cabo si les interesa a los dueños y logramos interesar también a sus herederos jóvenes y que lo vean como una alternativa de vida. Esto sólo será posible si se resuelve el problema de la comercialización.
AGUA
En general, los productores agroecológicos contemplan la cosecha de agua de lluvia como parte del ciclo de producción de alimentos. Algunos de los entrevistados la captan y almacenan en un pequeño estanque, hoya o jagüey, conduciéndola por gravedad hacia ellos. Otros productores riegan con agua de los mismos manantiales que surten a la comunidad para su consumo doméstico. No aprovechan la de los apantles porque, afirman, están contaminados con aguas negras y grises y con agroquímicos.
Un productor agroecológico de aguacates de la comunidad de Amola, una zona húmeda, boscosa y de clima templado tirando a frío, explicó que él no necesita regar sus árboles. Cada uno tiene un cajete amplio en el que hay abundante materia orgánica (ideal para guardar humedad), que recibe y absorbe el agua cuando llueve; en la parte más superficial de esta materia orgánica se encuentra una capa de hojas secas y varitas, que arropan el suelo y dificultan que el agua se evapore. Estas características evitan la necesidad de regar en tiempo de secas.
Los productores que recibieron hace algunos años invernadero e insumos para hacer su hortaliza y continúan cultivando de forma agroecológica tienen sistema de riego por goteo.
Solamente don José Enríquez riega su huerta con agua del apantle, que sale del río El Molino, aún a sabiendas de que el agua viene contaminada por los desechos de Las Truchas, pero con la esperanza de que en el suelo de los árboles que riega, esta agua se filtra y purifica. Acusa que se han secado o han perdido agua muchos veneros, no sólo porque llueve cada vez menos sino por los pozos que han perforado arriba, por San Sebastián, que jalan el agua que llevan los veneros. Han cortado muchos árboles, que llaman el agua, pero todavía quedan, dice don José.
TRASPATIO
Vista de lejos, desde arriba, en las montañas que la rodean, hace cuarente años o menos la cabecera municipal parecía una inmensa huerta. Y desde cerca también. Además de árboles y plantas entre tecorrales, caminitos, apantles, gallinas, puercos y otros animales, había casitas de adobe o de palos con sus techos de teja, lámina o palma. Aún hoy muchos visitantes se asombran al encontrar un pueblo en el que abunda la vegetación.
Como la mayoría o todos los pueblos de México, desde el siglo XVII, los solares donde vivían las familias tenían un potrero y un huerto de traspatio, que en Malinalco les daba el café que tomaban (éste llegó a Malinalco a finales del siglo XVII), naranjos con cuyas hojas hacían té, hierbas y plantas medicinales de flores y de olor, y frutas diversas. Allí estaba el establo donde dormía el ganado y allí se mantenían también gallinas y guajolotes. Allí se tiraban los restos de comida y para estar solo se iba allí. Los árboles crecían pegaditos uno al otro, y así se daban bien. Pero ya cambió el tiempo. El agua que paseaba en apantles por el pueblo y con la que las familias regaban sus huertas fue entubada a lo largo de los años setenta, para uso doméstico, y dejó de ser suficiente para regar éstas.
Hoy persiste la costumbre, sobre todo de las mujeres, de cultivar flores, plantas medicinales, hierbas de olor y a veces hortalizas, en maceta o en pequeños espacios, y se siembran y conservan algunos árboles frutales. Igualmente, quienes cultivan café amontonan o dejan en el costal o en el bote durante algunos días el fruto recién cortado maduro, para que este suelte el jugo, que es dulce, e impregne las semillas, antes de ponerlo a secar, de manera que dichas semillas darán dulzura al café. Donde hay tierra mojada brotan plantas y árboles sin que nadie tenga que ocuparse, es increíble la fuerza de la naturaleza en Malinalco.
La transición de una agricultura convencional con uso de agroquímicos que ha empobrecido el suelo de Malinalco, a la agroecología, puede iniciarse desde los huertos de traspatio (o lo que queda de ellos), capacitando y apoyando a grupos de mujeres para que produzcan sin químicos parte de los alimentos que consume su familia y tengan ingresos por la venta de otros. Experiencias en diversas partes de México (narradas por Martha Zárate, de La Granja Orgánica, en conversación informal), han demostrado que estos huertos sirven de ejemplo para que los campesinos se den cuenta de que es posible y conveniente cultivar de otra manera sus parcelas.
LOS APOYOS DEL GOBIERNO
Hace un par de años visité las oficinas de la entonces Secretaría de Desarrollo Agropecuario del estado de México (SEDAGRO) en Malinalco, que se encontraban muy cerca de la capilla de la comunidad de San Nicolás. La persona encargada, cuyo nombre no registré (pensando en volver), me comentó que estaban compartiéndolas con Ocuilan, donde se habían dañado por el sismo de 2017. Me dijo que había un Programa de Mejoramiento de Suelos Agrícolas por medio del cual los solicitantes podían obtener bultos con mezcla orgánica que contenía cepas de micorrizas, pero que la mayoría de los campesinos no la apreciaban pues la veían como tierra. A una pregunta mía respondió que no recibían ninguna capacitación para usarla. Y como se les otorgaban además fertilizantes químicos ya conocidos, usaban éstos y el bulto con cepas de micorrizas era abandonado en cualquier lugar.
Con el cambio de gobierno, la secretaría federal cambió su nombre por Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), las oficinas en Malinalco cerraron y ya no existe un encargado de ésta. Ahora encontramos a un trabajador del Ayuntamiento, que en un cubículo del mercado de la cabecera atiende a quienes buscan apoyos de esta Secretaría, y es el contacto oficial con las oficinas de Coatepec Harinas (regional) y de Toluca (estatal).
Su nombre es Osvaldo Bobadilla, y parece conocer bien su labor. Nos comenta que para este año 2019 sólo hubo 19 solicitudes de productores que quieren mejorar el suelo de su cultivo, pero aún no les entregaban el apoyo (principios de septiembre). La mayoría, campesinos de San Nicolás, Palmar de Guadalupe, Pachuquilla y San Simón el Alto, que cultivan sobre todo agave mezcalero, maíz o aguacate.
El motivo por el que muchos no lograron presentar a tiempo sus solicitudes fueron los requisitos que les pedían. Como si fueran dueños de empresas agrícolas establecidas, tenían que entregar entre otros documentos un estudio de suelo, un comprobante de Alta en Hacienda en formato 32D; si empleaban a alguien, su inscripción al Seguro Social… y así. Para animar a los productores a cumplir con algunos de estos requisitos, el proveedor de insumos orgánicos se ofreció a colaborar con los estudios de suelo, pero no fue suficiente.
También informó el ingeniero Bobadilla que ahora será el Fideicomiso de Riesgo Compartido (FIRCO) quien opere los Programas. Esta entidad se maneja asociándose con empresarios agrícolas e impulsándolas así, a una escala muy diferente de la de Malinalco y la mayoría de los municipios rurales del centro y sur de México.
Mientras tanto, afirma, los productores de mezcal continúan teniendo problemas con el picudo del agave, una plaga que vino con planta que el gobierno trajo hace años de Jalisco, según esto para aumentar la producción. Algunos lograron solicitar apoyo para mejorar su suelo, ya que están tratando de producir de forma agroecológica su agave y la vida de la tierra donde se siembra puede ayudar a regular esta plaga; además, quieren cumplir con las obligaciones que les exige una certificación para vender su producto a comercializadores y exportadores de mezcal de calidad, pero, como en los demás casos, aún no llega el apoyo y hubo productores que no lograron completar la documentación a tiempo para entregarla.
Hasta hace pocos años, para obtener un apoyo era necesario que varios campesinos se asociaran. Lo que sucedía era que las sociedades que formaban para que los incluyeran en el padrón de solicitantes se disolvían al poco tiempo de que entraban en el Programa y les daban el apoyo.
Para un programa de Incorporación de Predios de Café, el gobierno ofreció el año pasado apoyo de cinco mil pesos anuales para combatir la roya. Ellos no son orgánicos, aplican químicos. Sólo doce cumplieron con los requisitos.
Las Convocatorias de SADER suelen salir entre febrero y abril o mayo, y permanecer abiertas durante unos 13 días naturales; convendrá estar al pendiente.
Informó también el ingeniero Bobadilla que el estado de México no está incluido en muchos de los programas del gobierno para el campo. Buscamos en Internet algunos casos y encontramos que por ejemplo:
En el estado de México no operan programas tan importantes como Sembrando Vida (apoyo muy importante para siembra de miles de árboles): https://www.gob.mx/bienestar/acciones-y-programas/programa-sembrando-vida
Tampoco estamos incluidos en el de Crédito Ganadero a la Palabra, de impulso a la ganadería. https://www.gob.mx/agricultura/documentos/convocatorias-avisos-y-documentos-del-programa-credito-ganadero-a-la-palabra-2019
Dice que antes había ingenieros que trabajaban para la Secretaría en el estado de México, y que asesoraban a los productores de Malinalco, pero hace cuatro años los despidieron. Es probable que estos promotores recetaran y enseñaran a aplicar agroquímicos, no lo sabemos, pero también aprendieron de los campesinos mayores a los que visitaban sobre prácticas agroecológicas tradicionales de los campesinos, y difundieron algunas de sus prácticas, nos comenta el ingeniero Bobadilla.
Hasta hace dos años había consejos municipales y consejos regionales que organizaban pláticas con los campesinos, a cargo de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (hoy SADER), en alianza con el gobierno del estado y el Ayuntamiento. En esas pláticas los agricultores tenían oportunidad de intercambiar dudas, plantear problemas y compartir saberes y conocimientos sobre su trabajo. A través de estos consejos se capacitaba también a los productores por ejemplo para que lavaran tres veces los envases de los químicos que habían usado y los depositaran un jaulas especiales para que el municipio enviara a Villa Guerrero, donde se trataban como desechos especiales. Consejos, reuniones y capacitaciones desaparecieron de los programas de apoyo al campo.
Informó también el ingeniero Bobadilla que hace uno o dos años había apoyo para huertas familiares. Este consistía en dotar a los solicitantes de un tinaco, semillas, herramientas, una bombita y una manguera, de un programa llamado El Campo en Nuestras Manos, que benefició a unas 100 personas, la mayoría de Ocuilan y sólo a algunas de Malinalco ya que aquí faltó organización para gestionar el apoyo, algo muy importante para obtenerlo. Señaló no tener los datos de las personas beneficiadas. Aparentemente no se les dio seguimiento y asesoría, algo necesario para que la mayoría de los proyectos tenga éxito.
Consideramos que:
- Es importante estar atentos a las convocatorias de apoyos del gobierno al campo que tengan que ver con la agroecología. Si se forma una red de campesinos agroecológicos, ésta podría encargarse de esa atención. Se puede comenzar con los que frecuentan la Plaza Verde de El Tecorral y otros que nos dieron su testimonio para este trabajo cuya narrativa aquí presentamos.
- La información que obtuvimos en esta entrevista es sólo un sondeo rápido y debería ampliarse con éste y otros informantes, de manera que podamos tener un panorama más completo.
- A simple vista parece que la mayoría de las convocatorias están formuladas para empresarios agrícolas convencionales cuya finalidad principal es obtener ganancias; no para campesinos y agricultores agroecológicos. Sin embargo, hay excepciones.
- El estado de México no está siendo prioritario en las políticas gubernamentales de apoyo a los campesinos y el campo.
El gobierno apoya con fertilizantes químicos. Apoya con insumos, maquinaria, ganado mayor y menor. En el norte del municipio entrega paquetes tecnológicos a productores de maíz, que consisten en semilla “mejorada” (híbrida –no sabemos si también transgénica), herbicidas, fertilizantes y plaguicidas. De agroecología ni se habla.
Con información tomada de Internet y de una plática informal con:
Osvaldo Bobadilla. Teléfono 722 87 29 635. Cubículo en el Mercado Municipal
Contacto entre Malinalco y la Secretaría de Desarrollo Rural (SADER) en las oficinas de la región Coatepec-Harinas y las del estado de México, en Toluca.
Malinalco, Septiembre de 2019.
ECOALFABETIZACIÓN
El director nos muestra orgulloso una foto de una casita de tablas de madera: la primera telesecundaria que hubo en Xalmolonga; nos muestra una foto de la primera generación que se graduó, nos platica qué ha sido de algunos de ellos, y nos cuenta de las peripecias que enfrentó para hacer de esta la escuela que es ahora: con su biblioteca, su patio grande, sus salones… y su invernadero.
Hace varios años, la Telesecundaria Casa del Pueblo, lo mismo que otras que hay en distintas comunidades de Malinalco, solicitó y obtuvo apoyo de la Fundación Comunitaria para llevar a cabo un proyecto agroecológico educativo.
Gracias a este los estudiantes y sus maestros construyeron pequeños invernaderos, un micro túnel y una espiral de vara tejida, prepararon la tierra y sembraron, cultivaron, cosecharon y llevaron a su casa verduras diversas. Durante varios períodos escolares esta práctica educativa ha continuado a pesar de los cambios de programas escolares.
Son varios los factores que intervienen en el éxito de la agroecología en las escuelas secundarias de Malinalco:
- La comunidad escolar cuenta con el apoyo del DIF, que subsidia las semillas y asesora y da seguimiento a los proyectos a través del ingeniero Gilberto Beltrán, que tiene años de experiencia impartiendo talleres y dando seguimiento al trabajo agroecológico.
- Existe muy buena acogida a estos proyectos pues la mayoría de las familias de los alumnos son campesinas y valoran y disfrutan sembrar y cultivar verduras y otras plantas.
- Los estudiantes aprenden haciendo, y no sólo aprenden lo propio de la agroecología sino que adquieren otros conocimientos por ejemplo de ciencias naturales, matemáticas, medio ambiente, ética…
- El aprendizaje forma parte de lo que se llamaría una escuela para la vida. No necesitan comprar insumos externos pues si bien las primeras semillas son subsidiadas, las siguientes las obtienen de la cosecha; los productos para evitar las plagas y para enriquecer el suelo son comunes y de uso en casa: cebolla, ajo, picante, jabón para prevenir y controlar plagas y ceniza del tlecuil, restos de alimentos, hierbas, estiércol, para hacer composta o aplicar al suelo. Un almácigo puede hacerse en vasitos de yogurth, cajas de huevo, huacales…
- El trabajo es concreto, es aprender haciendo, es participar en un ciclo, es labor colectiva y repartirse equitativamente el producto de ese trabajo, son lecciones de ciencias naturales, de matemáticas, de administración, de observación, de cuidado, de nutrición.
La comunidad escolar de las telesecundarias tiene que adaptarse a los cambios que la Secretaría de Educación Pública ha hecho a lo largo de los años y, en el caso del proyecto agroecológico, buscar la manera de integrarlo entre las opciones que se le presentan.
Así, durante el pasado ciclo, una limitación importante que obligó a abandonar los proyectos se debió a la prohibición por ley de que en el período de receso entre un año escolar y el siguiente alguien pueda entrar a las instalaciones escolares, así sea a regar la hortaliza o dar de comer a los animales que la comunidad escolar cría como parte de su educación.
Este año, por eso, han decidido sembrar sólo hortalizas de ciclo corto, que puedan ser cosechadas antes del receso de verano.
En vacaciones y días feriados dentro del ciclo escolar la comunidad, en cambio, se organiza y turna para atender los proyectos.
Recientemente apareció la figura de clubes, que sustituyen a los talleres en secundaria y primaria. Se trata de que estos ayuden a fortalecer la formación académica y emocional de los estudiantes.
Para diseñar los clubes, cada plantel trabajó estudiando el perfil de profesores y alumnos y decidiendo, en el caso de las secundarias con los alumnos, lo que les gustaría aprender.
En las dos escuelas que visitamos el cultivo de hortalizas fue una de las propuestas preferidas y también, en la de Xalmolonga, la cría de codornices, y en la de Palmar de Guadalupe, continuar con la cría de unos peces de ornato llamados guppys.
La educación convencional en las escuelas, lo mismo que las contribuciones que hace la televisión, están enfocadas a personas que viven en la ciudad, que consumen y aspiran a una cultura urbana de clase media ascendente. Es una educación alejada del campo.
Sin embargo, en las dos escuelas telesecundarias en las que entrevistamos a los directores y algún maestro ellos se mostraron muy interesados en continuar el proyecto de enseñanza de cultivo agroecológico de hortalizas. Ambos llevaron a cabo el proyecto también durante el anterior periodo escolar.
Entonces, lo que vimos en las dos escuelas a las que fuimos, fueron invernaderos con hortalizas secas y jitomates que no habían sido cosechados, un proyecto abandonado. Se perdió también el de cría de peces de ornato (en Jalmolonga) por las mismas razones.
Si no es posible entrar a regar las plantas, quizás sería factible destapar el invernadero para que la lluvia haga ese trabajo, aunque se enhierbe el espacio, o bien programarlo con un sistema computarizado y de riego por microaspersión o por goteo que mantenga a las plantas con la humedad que necesitan.
Esto, claro, requiere de una inversión.
Si se toma en serio la educación para producir hortalizas y pequeñas especies animales, es necesario que los proyectos tengan continuidad y el ciclo se complete.
Hoy se impone una educación que nos reconecte con la naturaleza. Una educación para la resiliencia, que nos permita sobrevivir en situaciones difíciles que probablemente se darán por el cambio climático. Una educación que nos capacite para cuidarnos y como parte de ese cuidarnos también colaborar con los ciclos regenerativos naturales y tener cuidado con la red de vida de la que formamos parte. Sin ella nos extinguimos.
La educación es fundamental para tener seguridad alimentaria en Malinalco.
En Pachuquilla trabaja Jaime Chávez, un arquitecto que llegó cuando la Asociación del Santo Desierto llevó a cabo un proyecto de construcción de casas ecológicas en esta comunidad y la de Palmar de Guadalupe, y que lleva ahora la responsabilidad de sembrar y cultivar hortalizas de forma agroecológica. Proviene de una familia campesina, lo cual le da autoridad en la materia.
Los diversos climas y altitudes que hay en Malinalco permiten la producción de una gama muy variada de alimentos, además de la biodiversidad silvestre comestible y la cultura culinaria que hay aprovechando muchas de las plantas que aquí se dan sin necesidad de ser cultivadas. Es importante, desde el paradigma de la ecoalfabetización, que los niños y jóvenes aprendan nombres, condiciones de germinación y crecimiento y aprovechamiento de árboles y plantas de Malinalco. En ello va tanto su sobrevivencia como la de los vegetales, tengamos en cuenta que estamos asociados: nosotros los cuidamos y a cambio ellos nos dan de comer. Es el cuidado para su regeneración, que es la nuestra.
Pensamos que debería generalizarse la enseñanza práctica del cultivo de hortalizas a todas las escuelas telesecundarias del municipio, como algo útil para los niños y para las familias, y que tiene un múltiple propósito: buena y fresca alimentación, aprendizaje del alumno, continuar con una tradición de cultura campesina, El niño se lleva las enseñanzas a la familia, sobre todo las mamás, algunas por lo menos, quizás la mayoría, en las comunidades, se encuentran interesadas en tener una huerta agroecológica en casa. Puede ser una fuente de ingresos y más delante un modo de vida.
Los directores manifestaron que necesitarían el apoyo de la Fundación Comunitaria Malinalco u otra instancia. Gilberto hace su trabajo como parte del DIF. Recientemente El Tecorral lo llamó para trabajar en la construcción de un espacio hortícola con camas biointensivas, que tiene como objetivo principal educar al público en la agroecología doméstica. Este proyecto forma parte de uno más amplio que incluyó infraestructura de sanitarios ecológicos y de cosecha, recuperación y filtrado de agua de lluvia, también con un objetivo educativo.
Por otro lado, además del Acervo Malinalco, que reúne documentos, videos, fotos y bases de datos sobre esta región, El Tecorral cuenta con una biblioteca amplia de libros de ecología y medio ambiente, que puede consultarse previa cita.
COMERCIALIZACIÓN
Se comercializa lo que la familia del productor no consume. Los productores agroecológicos lo ofrecen primero en el tianguis de la comunidad en donde se cultiva, luego en el tianguis de la cabecera, en los tianguis de Tenancingo u otras ciudades cercanas. También hay un mercado de gente que va a la parcela a comprarlo. La comercialización incluye el trueque. Un producto se considera local cuando ha sido cosechado en un radio máximo de 100 kilómetros a la redonda. Cuernavaca, Toluca, la ciudad de México y otras ciudades cumplen con ese requisito.
La mayoría de los productos convencionales que se comercializan en México y otras partes del mundo, sobre todo en las ciudades, viajan cientos, si no es que miles de kilómetros antes de llegar a los puntos de venta donde se ofrecen. Incluso los que tienen certificación orgánica. Esto significa un gran gasto de energía en gasolina, refrigeración, residuos de dióxido de carbono y otros gases contaminantes y empaques generalmente de plástico. Todo esto abona a la emergencia climática en la que hoy nos encontramos.
De acuerdo con varios productores agroecológicos a los que entrevistamos, ellos ofrecen su cosecha al mismo precio que otros vegetales semejantes; un poco más si se ven mejor, y un poco menos si no. No parece haber un precio especial para alimentos producidos sin químicos. Ni un anuncio de su procedencia. Algunas personas sí saben que pueden comprar algo más sano y nutritivo, pero la mayoría no, o no les importa y no están dispuestas a pagar más, o no tienen recursos para ello.
La venta directa en tianguis cercanos o en el mismo campo de cultivo, a pesar de tener el mismo precio que los productos convencionales, sí reditúa a los productores y se vende bien porque son además alimentos frescos, recién cosechados. Esto es importante también porque están al alcance del bolsillo de la mayoría de las familias rurales. Se rompe así con la situación elitista de la mayoría de la producción agroecológica o simplemente orgánica que se vende en las ciudades de México y otros países a precios prohibitivos para la mayoría de la población.
Sin embargo, los productos agroecológicos de Malinalco también tienen un nicho entre la población que puede y está dispuesta a pagar un sobreprecio porque saben que son más saludables, que ayudan al planeta y porque reconoce la buena calidad de ellos.
Dentro de este nicho se encuentra la Plaza Verde, un espacio local donde el productor tiene mayor margen de ganancia y lo que ofrece es valorado como agroecológico.
Se encuentra también la comercialización que se hace en México y Toluca, a domicilio o a restaurantes. Ésta es la que mayor sobreprecio tiene en relación con los productos convencionales. Las hortalizas son de primera, empacada muchas veces en bolsas de celofán, recién cosechadas.
En el caso de los restaurantes, Pierre Kobolof, que lleva unos cuatro años produciendo hortalizas de forma agroecológica, manifestó en entrevista que el interés específico de los chefs al comprarle a él es el sabor excelente de lo que cultiva. El mismo día que cosecha entrega y, además, al tener sus siembras en permacultura, asociando unas verduras con otras en la misma cama, alimentando los suelos con compostas de gramíneas dulces y palatables como el sorgo, cosechando cuando están los frutos o las hojas en su punto, no antes ni después, y sembrando semillas criollas, de cepas antiguas, que los antepasados seleccionaron en función de su sabor, logra un producto muy atractivo para los restauranteros, que lo pagan bien.
José Manuel Pintado y Gloria Ribé son Los Gastronautas y también comercializan para este nicho. Con un sobreprecio que va de acuerdo con un análisis de gastos, ellos ofrecen sus productos sobre todo en la ciudad de México pero también en Malinalco y en un fraccionamiento camino a Toluca. La mayoría son producidos por ellos, en Xalmolonga, pero para poder ofrecer más variedad, compran otros vegetales a productores agroecológicos de la región.
Estos comercializadores están dispuestos a incluir en su lista de productos que ofrecen los de otros productores agroecológicos de Malinalco.
A todos los entrevistados se les hace prácticamente imposible certificar sus productos como orgánicos con las empresas y organismos oficiales autorizados para ellos, aun cuando sí lo sean, básicamente por lo alto del precio que cobran los certificadores. Por eso, quienes deciden a fin de cuentas si el producto es agroecológico son los propios consumidores, comercializadores y quienes aceptan al productor en los mercados orgánicos y alternativos. La confianza y conocimiento de las prácticas que llevan a cabo y las formas de manejo de su tierra de los campesinos y productores son básicos.
Cobra relevancia aquí el interés de los consumidores en las historias de los productos que compran: quién los cultiva, dónde, cómo, por qué, desde cuándo, de dónde provienen las semillas, qué es eso tan especial que les ofrecen, cómo se puede preparar, que tan tradicional es.
CONCLUSIONES
La comercialización es la última etapa de muchos de los proyectos agroecológicos. Entre lo que las personas conscientes buscan están:
- Que estén producidos por pequeños agroecólogos;
- que sea productos locales;
- que no usen agroquímicos;
- que los productores se preocupen por el medio ambiente y por el respeto a las áreas silvestres;
- que sean regados con agua limpia;
- que sean frescos y, si no, conservados sin añadidos químicos;
- que se vean y sepan bien;
- que estén empacados o envasados de preferencia con materiales biodegradables.
Encontramos que El Tecorral Casa Comunitaria se encuentra en un proceso de trabajar a la luz de procesos regenerativos de integración de las personas en los ciclos naturales que incluyen valorar la cultura campesina viva, considerar la alimentación y la salud como parte de un proceso circular, reconocer que la labor del campo se hace en colaboración con los ecosistemas silvestres y la producción de agua limpia. Dar importancia a educarnos en la conciencia de que estamos en una emergencia climática, en la producción doméstica de alimentos y hierbas sanadoras, en el reconocimiento de que el suelo es la base de la producción, en impulsar el ecoturismo por ser un elemento que moviliza intercambios económicos y culturales, en las artes, ciencias y habilidades y oficios, en el cuidado del paisaje y los ecosistemas, la urbanización de la mano de la ecología, el imaginario colectivo como activador de acciones, y casi todo lo demás.
PROPUESTAS
La seguridad alimentaria de Malinalco a través de la agroecología es clave para que también haya buena alimentación, salud, biodiversidad y promovería también el turismo ecológico, educación en el medio ambiente, cultura del agua y del suelo, etc. Iría además en el mismo sentido de la vocación natural de Malinalco. Mejoraría la economía de las familias. A este objetivo se pueden sumar primero los campesinos, los dueños de casas de fin de semana, las mujeres a través de sus huertas de traspatio, apoyos del gobierno y de organizaciones sociales, etc. Que Malinalco sea un ejemplo de movimientos regenerativos. A quién no le gustaría pasear por pueblos arbolados llenos de huertas en los que la comida del mercado sea producida de forma agroecológica, recuperar los tecorrales y sus funciones, fauna y flora biodiversas, jardín botánico, etc. Para ello es importante invertir en:
- Promotores sociales con perfil de agroecólogos
- Asesores en agroecología que promuevan proyectos y les den seguimiento
- Proyectos de agroecología en escuelas
- Apoyo a huertas de policultivo y de traspatio
- Estructurar un plan que incluya comercialización
- Buscar fondos y lanzar convocatorias
- Estrategias para el cambio de paradigma agrícola: cómo le pueden hacer para cambiar. Diagnóstico de estado del terreno, estrategia de transición, etc. Buscar manual de hacia dónde dirigirnos
- Relación con los delegados en turno y líderes sociales
- Diplomados (Universidad del Medio Ambiente)
- Plaza verde: lugar de encuentro de productores agroecológicos de Malinalco.
Descubre más desde LA HOJA VOLANTE
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Que enorme trabajo Marta !!! Mis felicitaciones por este sabio y tan necesario esfuerzo hecho.✊
Enviado desde mi iPhone
Me gustaMe gusta
Gracias Lucía. Tratamos de impulsar la agricultura ecológica y agroforestal local, vamos a ver hasta dónde podemos llegar; es muy necesaria.
Me gustaMe gusta