Para quienes vivimos en la región de Malinalco seguramente es común ver estas plantas de alegres flores amarillas y anaranjadas que crecen en donde se les da la gana siempre y cuando tengan luz y aunque sea tantita tierra.

Lo que pocos saben es que, nativa de México, la Asclepia curassavica (conocida como algodoncillo, flor de sangre o simplemente asclepia) es fundamental para la reproducción de las mariposas Monarca, además de ofrecer néctar para abejas y escarabajos y curar con su savia blanca algunos quistes.
Si miras con cuidado el envés de sus hojas, tal vez encuentres adheridos a una de ellas un mantel de diminutos huevecillos, casi puntitos blancos que una Monarca puso allí. Si continúas con tus observaciones, después de unos días encontrarás en su lugar pequeñas larvas que cada día serán más grandes, más comelonas y más bellas, vestidas de colores negro, amarillo y blanco, con dos antenas alzándose sobre su cuerpo.

Hace miles de años se desarrolló esa estrecha relación entre las Asclepia y las mariposas Monarca, de manera que sería muy difícil que sobreviviera esta sin aquella. Junto con otros insectos y arañitas que solemos ver en estas plantas, las humildes algodoncillos forman en sí mismas un ecosistema.

Ahora, cuando la diversidad y cantidad de insectos está disminuyendo en el planeta, se hace aún más necesario proteger los suelos y las plantas y árboles nativos donde nacen, viven y medran multitud de animalitos.

Por lo pronto, puedes cuidar esas también llamadas flores de sangre que nacen cerca de ti. Verás algún día cómo se acercan a ellas las mariposas Monarca para dejar allí a sus herederas.
Te sugerimos conservar y proteger las plantas locales, nativas de tu región, porque son las más útiles para el ecosistema y que tengamos más posibilidades de sobrevivir como especie.

Texto y fotos: Marta Alcocer
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