Hace algunos años, mientras miraba en su capilla la imagen del niño San Juan Bautista, el día de su fiesta, escuché a un hombre decir: San Juanita. Pensé que le había llamado así porque la escultura puede parecer también la de una niña rubicunda de largos caireles negros.

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Pero hace poco, revisando un estudio sobre la cultura otomí, encontré que habla de San Juanita.

Los otomíes están emparentados con los antepasados originarios de una gran región dentro de la que está Malinalco, en la que convivían grupos matlatzinca, ocuilteco y mazahua, cuya lengua proviene, en los tres casos, de una más antigua llamada otomiana.

Desde hace siglos la relación entre estas culturas es cercana.  Sus integrantes coinciden en que la vida son ciclos, son relaciones, es un constante dar y recibir.  El agua es el motor de estos ciclos, y todo lo que existe se regenera.

Para los otomíes, que han resistido y perviven como etnia y como cultura, San Juanita es la encargada del agua que llega a cada comunidad, ya sea con la lluvia, con los manantiales, los ríos, los estanques. Tiene su fiesta el día de San Juan Bautista.  Él y ella son en realidad dos formas del mismo santo.

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San Juanita es celeste, se encarga del agua que llega a cada comunidad con la lluvia que entra al suelo y recarga los manantiales, y abona los ríos y los estanques.

En la cultura otomí se dice que es hija de la Sirena,

La Sirena es acuática, vive en el fondo del agua y es capaz de desbordar ríos, provocar avalanchas, hacer tronar al cielo, enviar rayos, formar con el viento peligrosos huracanes e inmensas olas que inundan ciudades enteras.

San Juan Bautista, afirma el documento que leí, es el nombre católico de Aktsiní o Aktsin, dios del agua, el trueno y el viento que juntos hacen huracanes.

Entre los estudiosos de las lenguas originarias, hay quienes afirman que este nombre viene del náhuatl: alt (agua), de la que sólo conservaría la a,  y Atzin (diminutivo), por lo que el significado de Atzín sería agüita.  Otros investigadores señalan que esta palabra y el dios que así nombra proviene del totonaca, y que deriva de ak, alto, y tzin o tzini:  sonido ronco o vibración.  Aktzín seria lo que se sumerge en el agua y la hace vibrar, temblar, rugir: la Sirena.

Los nombres San Juan y Aktzin, recuerdan a San Juan Atzingo, la comunidad que se encuentra en Ocuilan a un lado de la carretera que va a Cuernavaca, que llega al Antiguo Camino a Chalma, donde persiste la cultura tlahuica y se habla en este idioma, hermano del ocuilteco y pariente cercano del matlatzinca.   No logré confirmar si tiene que ver, pero el parecido es enorme.

Ciertamente, Mesoamérica puede verse como una gran cultura.

Volviendo a la figura de San Juanita, me sorprendió también saber que a quien se rinde culto en San Juan de los Lagos, Jalisco, es a la Virgen de San Juan. El santuario de este pueblo se disputa con Chalma el segundo lugar en cuanto a la cantidad de peregrinos que llegan a visitarlo, y hay niñas y mujeres que se llaman Sanjuana en honor a ella.

Lo más importante es que tanto San Juan Bautista, como San Juanita, como la Sirena y como Aktzin, son figuras relacionadas con el agua, y por tanto, con lo que ella genera: selvas, bosques, campos, mares, la tierra toda llena de vida diversa.  Ellos habitan en cada cuerpo de agua de las comunidades.

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De acuerdo con la tradición otomí, San Juan Bautista sólo se manifiesta el día de su celebración, cuando hace llover para limpiar ríos, arroyos y pueblos, y barre con la basura acumulada dejando el agua clara al llevársela río abajo.  San Juan sabe qué se hizo en cada pueblo gracias a que conoce la basura que genera.

La Sirena se encarga de recoger el agua sucia y sumergirla hasta el fondo de los cuerpos de agua para que se degrade.

El día de San Juan, 24 de junio, en Malinalco y otros lugares la celebración incluía que te echaran agua cuando ibas pasando, y que las jóvenes se fueran a bañar al río porque el agua de lluvia pone bonito el cabello.  Hoy, que el agua no abunda y muchos ríos están contaminados, San Juan no se da abasto para reparar daños en un solo día  y estas tradiciones desaparecieron.

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San Juanita, con la Sirena, que es ella misma con otra forma, se encargan de que haya lluvia suficiente en el temporal, y agua durante todo el año.  Una, celeste-terrestre, otra, terrestre y del inframundo.

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Ella es protectora del agua dulce, blanca, que guarda en el cerro y desde allí la hace brotar en manantiales.

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La Sirena es patrona del agua salada del mar, del agua agria que llegó del océano al inframundo a través de la lluvia y de corrientes subterráneas (en la región de Malinalco existe la creencia de que hay una conexión entre el mar y el suelo profundo), del agua que corre por donde el cerro se quedó sin monte llevándose lo que encuentra a su paso, de los huracanes y las tempestades.

En los cerros, dicen en San Juan Atzingo,  se unen el cielo, la tierra y el inframundo.  Son ollas que almacenan el agua de lluvia, y sus cuevas son fábricas de nubes.

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Sirena y San Juanita son la Señora del Agua, que está en todo el planeta, en el cielo, el mar, la tierra y debajo de ella. Sus ciclos forman parte de nosotros, los seres vivos, y cuidándolos nos cuidamos.

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El culto a estos seres, celebrarlos, acordarnos de ellos durante todo el año, es a final de cuentas celebrar  y reconocer que el agua importa mucho.  San Juan, San Juanita, la Sirena, somos también nosotros.   Les damos su lugar y los tomamos en cuenta al cuidar y trabajar para que siempre haya agua.

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Con información tomada de:  Lazcarro Salgado, Israel. Pueblos indígenas de México y agua: otomíes de la Huasteca.  En: ATLAS DE CULTURAS DEL AGUA EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE, INAH, s/f.  Este documento forma parte del Acervo de El Tecorral de Malinalco.

Fotografías, texto y video: Marta Alcocer

 


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