Cuando el difunto no ha cumplido un año de haberse ido, su familia lo celebra con una gran ofrenda que nos habla de parte de su historia. Visité la de don Ernesto Romero Tetatzin, que ocupaba casi todo el patio de la casa. Su esposa Ethel, y su hijo Zeus, me fueron hablando de cada elemento de esa ofrenda, bonita y amorosa.
Altar por don Neto, presidido por una pintura que le hizo una hermanaAguacates de su huertaAutorretrato joven con uno de sus collares recargado en el marco, y platitos con semillas como las que siempre llevaba consigo para comerCalavera y calaveritas de azúcar, de Toluca, las más bonitas, una foto con la V de victoria, pan de muerto de Malinalco, guayabas de temporada, agua, sal y veladorasDetalle de talla suyaDiseño del glifo de Malinalli, de su autoríaLa cuerda con la que escalaba montañas. Con ella enseñó a su esposa y luego a sus hijos a llegar a la cimaPan y frutas de Malinalco. Destacan las ciruelas mexicanas, frescas y en almíbar, que le gustaban tantoOlimpia, Zeus y Ethel, todos muy queridos.También tallador de piedrasUn tapete de semillas, muestra de los que hacía, y figuras de barro en las esquinas, como las que enseñó a tantos niños a hacerSu guitarra y una escultura gigante de su autoríaSu violín, junto a un pequeño San Miguel que no alcanzó a terminarMáscara maceta
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